Dichos árboles, los alcornoques, crecen en el Mediterráneo Occidental desde hace más de sesenta millones de años, y pueden llegar a cumplir más de trescientos, creciendo en dos direcciones: en el interior se produce la madera y en el exterior el corcho, que es extraído cuidadosamente a mano.

​

El descorche no produce dolor al alcornoque, el cual necesita entre nueve y diez años hasta que su corteza vuelve a ofrecer la calidad requerida para la producción de los pavimentos. Muchos alcornoques viejos han sideo descorchados hasta decenas de veces. Los millones de celdillas de aire que tiene un cada centimetro cúbico de corcho lo hacen tan elástico como la piel de los humanos.

​

A los niños les encanta jugar sobre el corcho y es un pavimento muy favorable para las personas que padecen alergia o asma ya que no absorbe polvo ni suciedad, con lo cual se mantiene limpio hasta lo más profundo de los poros. Además, su impermeabiliadad y sus propiedades termoaislantes son también muy apreciadas.